miércoles, 31 de diciembre de 2008

Dioses Míticos Nº 2: Odín, el dios de la guerra y la magia


El dios con una personalidad más compleja de todo el panteón nórdico es tal vez Odín. En los textos se le presenta siempre como el más eminente de los dioses, el padre de todo, aunque los cierto es que distaba mucho de ser un dios paternal y benévolo. De hecho, era tan poderoso como voluble, tan generoso como traicionero, y si bien era respetado y venerado por todos, no era precisamente el dios al que uno pudiera confiarse a ciegas. Odín tenía un único ojo y tenía la aficion de pasearse entre los mortales con un sombrero oscuro de ala ancha que proyectaba sombras sobre su rostro, dándole un aspecto aterrador.
Solía invocársele en medio de la batalla para conseguir la victoria, pues una de sus facultades era la de concederla o denegarla. Por otro lado, Odín era el señor de la magia y podia recorrer grandes distancias en cortísimo tiempo, podía cambiar de aspecto a voluntad, solo hablaba en verso y bebía hidromiel como fuente de inspiración para su poesía. Odín tenía un solo ojo porque el otro lo había dejado como pago después de haber bebido de la fuente de Mimir, situada debajo de la primera raíz del Árbol del mundo, cuyas aguas le otorgaron la facultad de poseer sabiduría infinita y la capacidad de ver el futuro. De igual manera, sus poderes mágicos le permitían calmar o agitar el mar, extinguir incendios o cambiar la direccion de los vientos.

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